#ElPerúQueQueremos

Alamedame (1)

Publicado: 2010-10-22

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Doce estatuas de estilo renacentista, todas talladas en mármol de Carrara, colocadas de a dos, una al frente de la otra, nos dan la impresión de andar transitando por algún boulevard italiano de la época, pero no, tan solo nos hallamos en medio del corazón del Rímac, en su epicentro, y lo único italiano son las esculturas que adornan esta alameda.

Intentando ignorar una que otra pinta dejada por algún pandillero que buscó inmortalizar su nombre o el de su barrio, aun se dejan ver los nombres de los cinco escultores (todos ellos, en su momento, estudiantes): Fernando Andrei de Carrara, Bisetti F. , F. Fadjlaltimin, V. Cajussir F. y F.Baini Fecit, quienes en 1855 por encargo del Mariscal Ramón Castilla construyen las doce esculturas que sustituirían a las 8 hileras de árboles que había en aquel entonces, cada una guarda cierta relación una con otra y aunque puestas en aparente desorden muestran los doce signos zodiacales reflejados en pequeños detalles simbólicos, como un toro en la base (haciendo alución a Tauro) o un guerrero cuya armadura se ve adornada por una cabra (referido a Capricornio) al observarlas con mas detenimiento es posible notar las estaciones del año en conjuntos sucesivos de tres estatuas.

Un pequeño juega con su pelota frente a Virgo, otro se esconde detrás de él, sus madres conversan sentadas en una lamentables 'bancas' de mármol, ignorando por completo que aquellos bellos seres inertes proveedores de sombra fresca, de ponerles un techo encima, estarían en un museo ¿Es que se han acostumbrado a ver obras de artistas italianos o acaso el tiempo y la falta de cuidados les ha quitado su belleza y ya no son dignas de atención?

Mientras avanzamos vamos contando los jarrones que suponemos que en otros tiempo estaban llenos de flores hoy solo vemos tierra en ellos o muy poco pasto recordándonos que nos hallamos en un desierto y que cualquier lugar con flores necesita un cuidado especial ya que ni la lluvia es suficiente ni el terreno es idóneo para la vegetación.

La vieja pileta al final de la alameda luce desgastada y no corre agua en ella. Talvez ahora les sirva a los niños que buscan un lugar para esconderse en sus juegos o a los enamorados que quieren un lugar apartado donde sentarse pero ya no alegra a la vista ni sirve como recurso estético.

Cerrando esta alameda se halla una reja y a un lado, muy de cerca, se divisa el cerro san Cristóbal, con sus ya clásicas casitas, todas producto de alguna invasión setentera, recordándonos donde estamos  ¿Talvez ya lo vimos todo y no tenemos porque regresar?